Jonas Källman. Ir y sonreír

Jonas Kallman

Jonas Källman. Ir y sonreír

Jonas Källman. Ir y sonreír 2048 1152 Athletes Inspire Children

Teleborgshallen, Växjo.

1989…

 Se ha despedido de sus padres, está ya en el pabellón. Hay gradas de color verde, se oyen voces de niños. Lo siguiente es entrar al vestuario. Para un niño de 8 años son muchas las cosas que se hacen grandes. Entonces llegan los nervios; se suceden las preguntas. Y es ahí, cuando Jonas comienza su andadura en pos de convertirse en uno de los grandes Gamechangers. Gamechanger en cuanto a su forma de jugar, pocos extremos izquierdos con esa altura y esa calidad de lanzamiento (y qué decir defendiendo en avanzado); mas también fuera de la cancha, antes o después, en su manera de entender que la calidad de cada individuo se forja también en la unión de todos.

La primera vez que vas a un vestuario y tienes tan pocos años y tienes que cambiarte la ropa, quitarte la ropa, ponerte la de entrenar y luego ducharte… recuerdo perfectamente que al final estás muy preocupado ante la situación y te preguntas: ¿qué van a decir?, ¿qué ropa llevo?, ¿estoy bien o se van a reír?, ¿dónde me siento? ¿solo o al lado de alguien?… Son muchas cosas. Te cambias rápido para que nadie te vea, realmente no quieres enseñar el cuerpo a nadie porque te da vergüenza y es un poco incómodo. Y después, ducharte. Normalmente lo haces solo en casa y de repente tienes que ducharte con otras personas alrededor yen aquel momento no estaba muy a gusto. 

Hay desafíos que se superan de una tacada, aquellos paso a paso y otros, se aligeran con la ayuda de los amigos. Jonas no había dado el paso porque le apasionara el balonmano, sus amigos estaban allí y… ¿por qué no? 

Fui al primer entrenamiento porque iban mis amigos. Estaba nervioso y con más miedo que ganas de jugar a balonmano –por el tema del vestuario, por si no era muy bueno–, sentía curiosidad, sí, pero lo más importante era estar con mis amigos, por eso me apunté. 

Y no se desapuntó. Siguió entrenando, mejorando, divirtiéndose con aquellos amigos y conociendo a sus compañeros. 

 “Había muchos que no eran mis amigos, pero empiezas a conocerlos y a que te conozcan. Lo haces en la cancha, jugando, ayudándose los unos a los otros, entrenando…y al final acabas quedando también con ellos antes o después de los entrenamientos. Recuerdo que empecé a quedar con un chico al que le gustaba pescar y me llevó algunas veces con él y su padre. Yo nunca lo había hecho antes y acabó por gustarme un montón. El solo hecho de jugar juntos en el mismo equipo me llevó a descubrir algo que no había probado y que hasta hoy sigue gustándome.”  

¿Y qué pasó con el chico? Aquel chico sigue siendo un amigo.   

Quijote Arena, Ciudad Real

2002…

 El tiempo corre, el jugador promete un futuro carrerón. Pero ¿se van los miedos y los desafíos?,¿pierden intensidad? Cambian de cara. Jonas llega desde Suecia a España. El Ciudad Real, que dominará la escena deportiva europea por muchas temporadas, había visto potencial en el extremo. Tiene 21 años y ni idea del español, ni de lo que le espera. Está solo en medio de todos, hablan rápido, ríen a carcajadas, no entiende ni papa.  Al final acabará haciendo una piña con muchos de aquellos jugadores. 

“Llegas de un país donde el balonmano no es profesional a otro donde sí lo es, es además un sueño que has tenido toda la vida, solo jugar balonmano y no hacer otra cosa. Vas con mucho miedo también, es otra manera de jugar, cultura nueva, idioma nuevo… Es difícil no poder hablar con nadie en el vestuario. Así que en aquel momento me sentí muy solo, pero ahí ya ibas con una mentalidad de “mira, yo tengo que sacar todo aquí porque si no me echan.”  

No queda otra que ponerse a tope con el español. Era necesario entender no solo a los compañeros, también a lo que se le pedía en la pista, en el juego; y cómo no, meterse en la forma de vida de aquel país. Se suceden las clases. Los procesos de integración son duros, pero a pasitos se va haciendo uno. 

“Tienes que poner un poco más de trabajo que el resto para ver los partidos desde esa forma de concebir el balonmano, así que cuando empecé a entender el español fue mucho más sencillo entender lo que mis compañeros de equipo y mi entrenador querían que hiciera. En el vestuario no hablaba mucho al principio y luego poco a poco me entregué con Carlos, Iker y Santi1 y fuimos una piña.” 

Un idioma nuevo, costumbres distintas, amigos en los que apoyarse y la sensibilidad para percibir lo que otra persona sentiría en una situación parecida. Empatía. 

“Eso fue ya hace unos veinte años. En mis últimos años jugando a balonmano, yo era el mayor, pero era una situación totalmente diferente. Podía ver cuando un jugador estaba realmente nervioso y trataba de ayudarlo, hablar con él. Ir y sonreír; apoyar a ese jugador en los malos momentos, cuando falla o hace algo que no acaba de entender; ayudar con el idioma. Sé lo que es porque yo pasé por ello y he tratado de ayudar lo máximo posible a los jóvenes a hacerse con el idioma y con el equipo. No es fácil llegar a un nuevo país y a una nueva cultura. Para mí, los últimos años han sido muy importantes para intentar ayudar a los jugadores jóvenes.” 

En un lugar de España.

2023…

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Hace unos meses Jonas jugaba su último partido como jugador en el Benfica de Lisboa. Le espera un viejo conocido, el banquillo del Pick Szeged, pero esta vez se sentará (o más bien deambulará a lo largo) como segundo entrenador. No corramos, eso llegará para el próximo verano. Ahora disfruta de tiempo, para él y para la familia, para ver cada mañana el mar y quién sabe ¿también para pescar?  

Lo que sí tiene claro es que para inspirar a un equipo cuyos jugadores pueden ser de hasta nueve nacionalidades distintas y con diversos antecedentes, lo mejor, es ponerse a su lado. 

“Tendré que encontrar la manera de que mis jugadores se sientan cómodos en la cancha para que realmente disfruten jugando. Es la base. Muy sencillo. Sinceramente no es nada del otro mundo,  es lo básico: inspirar y motivar a tus jugadores, dentro y fuera del campo. Tratar de que se sientan mejor y convertirlos en buenos jugadores, tanto como fuera posible, y para lograrlo, me apoyaré en vídeos, entrenamientos y sesiones en el gimnasio. En lo personal, me esforzaré por apoyarlos y estar atento a aquello en donde necesiten ayuda. Habrá cosas que se me escapen, pero si las comparten no voy a dejar de reaccionar.”  

Qué bueno tener al lado a un referente, a alguien que la experiencia le ha llevado a comprenderte y que tiene claro que la experiencia de formar parte de un equipo es muy guay.  

“¿Ser parte de un equipo? Es muy bueno. No hay duda al respecto. Cuando ganas, cuando pierdes, cuando entrenas, cuando viajas… tienes a tus compañeros. Siempre juntos. Eres parte de un grupo, y es muy bonito formar parte de un grupo que quiere aprender y mejorar juntos. Como jugador, he estado más de 20 años jugando, y lo que puedo decir es que recuerdo más cosas fuera de la cancha que dentro de ella. Con esto quiero decir que, aunque me acuerdo de muchos partidos y otros eventos, tengo más recuerdos fuera de la cancha, de lo que hice junto a mis compañeros de equipo, de los viajes, de las anécdotas en el vestuario, después de los partidos, antes… Es muy bonito y realmente bueno ser parte de un equipo de esa manera.” 

Ir y sonreír. Nada tan sencillo y a la vez tan efectivo. Así se puede ser un Game-changer.